PROPONEMOS UN “QUERIDO” CIUDADANO ILUSTRE.
Un grupo de ciudadanos residentes y ex residentes en el Partido de General Pinto, hacemos llegar a los integrantes de los distintos bloques políticos que integran el Honorable Concejo Deliberante del Partido de General Pinto, nuestra propuesta para que Don Oden Arnaldo “Querido” Lago sea declarado Ciudadano Ilustre de nuestro distrito, convencidos de que toda su vida y su obra a favor de la niñez y la juventud de nuestra comunidad son merecedoras de ese reconocimiento.
Lo expresado a continuación, de ninguna manera alcanza a configurar una reseña de su trayectoria durante casi ochenta y tres años de vida, y solo intenta fundamentar, en alguna medida, las razones que nos llevan a peticionar ante las autoridades por su nominación, un deseo compartido con muchos otros vecinos.
“Querido”.
Su biografía dirá que Don Oden Arnaldo Lago, como lo indica su documento de identidad, y no “Lagos” como citan muchas publicaciones periodísticas y otras referencias a su persona, nació en la ciudad de General Pinto el día 1º del mes de abril del año 1926.
Su padre fue el ciudadano español Andrés Lago, y su madre la criolla Ramona Toledo, de cuya unión nacieron otros cuatro hijos: Dalton Manuel, Roger Hernani, Edith y Erlinda Esther.
Detrás de cada uno de estos nombres hay pequeñas historias. Los de sus hermanos reconocen inspiración en personajes cinematográficos o teatrales, que entenderemos al hablar del oficio que “Querido” heredó de su padre. En el caso de su madre, siempre creyó que su apellido era Funes, hasta que recibió su documento de identidad con el apellido Toledo. “Querido” suele contar risueñamente que su padre afirmó en vida a sus hijos que su nombre completo era Andrés Fuerón Lago, hasta que producido su deceso y al examinar la documentación, hallaron que la Fe Bautismal rezaba “…es bautizado con el nombre de Andrés. Fueron sus padrinos…”.
Tanto Oden como Arnaldo, los nombres escogidos por sus padres para él, suenan al oído, tan armónicos como varoniles. Pero pocos lo han llamado alguna vez por cualquiera de ellos. Desde muy pequeño, sin que hayamos podido precisar con exactitud el origen del apelativo, el ciudadano Oden Arnaldo Lago, es llamado por todos “Querido” Lago.
“Querido”, no es un seudónimo usual. Es utilizado como adjetivo al dirigirse a los varones más pequeños, o en el trato conyugal eventualmente usado por las esposas para adular al marido, cuando el matrimonio marcha más o menos bien. Pero aún no hemos encontrado a otro individuo que lo mantenga durante veinticuatro horas al día, haya logrado conservarlo por más de ocho décadas, y lo siga identificando de tan inconfundible y maravillosa manera.
Distintas versiones recogidas, hablan de un mocito morochito pintón que atraía las miradas de las niñas. Otras lo atribuyen a su cualidad de buen compañero y amigo, y no faltan las que lo sindican como “el regalón de la vieja”. Lo cierto es que desde siempre y con todo acierto, “Querido” es su nombre propio, casi como una marca registrada.
Su origen humilde, en una familia obrera, determinó un duro tránsito por la niñez, austero como el resto de su vida, aunque feliz, de todos modos. Fue alumno de la Escuela Nº 1 “Julio A. Roca”. Pero su sentido de la responsabilidad lo inclinó hacia el trabajo aportante a la economía familiar. A muy temprana edad, se lo planteó a su padre, quien le ofreció la alternativa de aprender un oficio.
El muchachito acompañó a su padre en el trabajo, y luego heredó de él dos oficios: el de obrero en la fábrica de fideos de Don Juan Caferatta, en el edificio de dos plantas que estaba ubicado en la esquina noreste de Comandante Córdoba y Martiniano Charras, y el de proyectar películas en la sala cinematográfica de la Sociedad Española de Socorros Mutuos.
Aún con sus dos ocupaciones laborales, su mayor pasión la despertó siempre una pelota de fútbol.
“Querido” comenzó a jugar al fútbol en el barrio, como todos los pibes. Desde muy chiquilín en los “picados” se destacaban sus personales características, y pasó a integrar las filas del Club Atlético Sarmiento de General Pinto, junto a su hermano Roger.
Testigos de la época hablan de un centro-half espigado y elegante, de diestro dominio del balón, buena pegada y gran categoría, con criterioso andar por el centro de la cancha y la rudeza necesaria que exigiera la competencia, dentro de los límites de la lealtad deportiva.
Desde aquella época persiste aún la comparación entre los hermanos Lago, cuyo costado competitivo la humildad de “Querido” descartó siempre de plano. “_Roger era mejor que yo”, se le ha escuchado repetir. Aunque los entendidos de entonces emitieron juicio en sentido contrario que hace perdurable el mito.
Marcando un punto de inflexión en la historia futbolística local, las autoridades de la entidad albiceleste, decidieron abandonar la práctica del fútbol, y el plantel de jugadores quedó abandonado y a la deriva.
Ese grupo de jóvenes, despojados de la posibilidad de practicar el deporte que los apasionaba, junto a otras personas mayores seguidoras del equipo, decidieron resistir al portazo del destino, y el 18 de agosto de 1948 fundaron el Club Atlético Pintense, del cual “Querido” es Socio Fundador e integró su primera Comisión Directiva.
En ese momento, con la adopción del color blanco con cuello y puños azules para la divisa de Pintense, nació el gran amor de su vida deportiva. Jugó durante muchos años en primera división, siendo el emblemático Nº 5 de su equipo, descollando en cada cancha que haya pisado, por su estirpe de gran jugador.
En muchas oportunidades requirieron de sus servicios desde distintas entidades. Eran épocas en las que el amor por la camiseta pesaba mucho más que la moneda corriente. Aceptó jugar a préstamo en otros clubes, siempre imponiendo la condición de hacerlo en forma amateur y desinteresada, y volver a Pintense cuando su club compitiera oficialmente.
Jugó al fútbol en Mendoza, para el Club Independiente de Bowen; y en los clubes Jorge Newbery y Atlético El Linqueño, de Lincoln. Y cada vez regresó a defender los colores del Club Atlético Pintense.
Existe documentación en la que consta el agradecimiento elogioso hacia su persona y su espíritu deportivo de cada una de las entidades que representó, como verdaderas “Cartas Credenciales” de quien fue un auténtico embajador deportivo de nuestra comunidad.
Hasta que ese día que ningún deportista quiere ver llegar, una lesión en la rodilla comenzó a marcar el camino del retiro en su carrera como jugador de fútbol. No quedó sellado así nomás el implacable límite, y resistió despuntando el vicio en partidos de segunda división.
Algunos memoriosos refieren que fue durante un viaje con equipos juveniles de Pintense a la ciudad de La Plata, cuando abrazó su destino de entrenador de divisiones inferiores en forma definitiva.
Desde entonces, hasta no hace demasiado tiempo, se entregó a la formación y entrenamiento de los niños y jóvenes, con objetivos técnicos-competitivos en un plano de igualdad con los recreativos, y aún por encima de ellos, hizo hincapié en la buena educación. Un verdadero autodidacta, con herramientas proporcionadas por su trayectoria de gran futbolista y su condición de hombre de bien.
Hablar de los logros deportivos obtenidos por “Querido” en competencias deportivas como entrenador, nos remite a una incontable cantidad de títulos en divisiones inferiores. Fue Seleccionador de Liga en categorías juveniles, en distintas oportunidades. Participó en competencias a uno y otro lado del Río de la Plata, dirigiendo a equipos juveniles representativos de General Pinto contra otros del Uruguay. Y también fue Director Técnico de primera división. Aunque su carrera de entrenador estuvo siempre, preferentemente, dedicada a los niños y los jóvenes.
Organizador, director y árbitro de los memorables campeonatos de Baby-Fútbol del Club Atlético Pintense a través de varias décadas, en el recordado “Fortín” (Ex Prado Italiano), entre las calles Villegas, Ancaló, Alsina y Lavalle, y luego en su amada “canchita” de la esquina de Gowland y Lavalle.
Sin embargo, los logros de mayor trascendencia e importancia conseguidos por “Querido”, tienen que ver con lo aprendido por muchos de nosotros y su incidencia en nuestras vidas. Porque la tarea desarrollada por este sencillo hombre de fútbol, con demostrada vocación docente, excedía el perímetro del campo y el reglamento del juego, y no se agotaba en el tiempo establecido para la duración de un partido de fútbol o una práctica. “Querido” inculcó a sus dirigidos valores morales y éticos permanentes, de mucha mayor trascendencia que el dominio de la pelota.
Puede aparecer un poco anticuado destacar hoy en día haberse planteado estos objetivos, en un mundo futbolístico mercantilista al límite de lo tolerable, plagado de representantes, mánagers e intermediarios, y una dirigencia con pocos escrúpulos, a la caza de cada vez más jóvenes talentos de exportación, con padres desesperados por la salvación económica de una posible futura transferencia.
Pero esta realidad que nos toca vivir, realza aún más la tarea docente de “Querido”, que priorizó el respeto por los padres, la familia, los mayores, las mujeres, los compañeros y los adversarios; la lealtad en la competencia deportiva y en la vida; la amistad por encima del triunfo o la derrota; el compañerismo y la solidaridad más allá de los límites de la cancha; el valor de la palabra empeñada y la reprobación de la mentira; la defensa del color de la camiseta por encima de la paga; el desprecio por los vicios nocivos para la salud; el buen uso del vocabulario; la higiene y el cuidado del cuerpo; la honradez y la honestidad; la preservación del buen nombre y honor, propio y ajeno, y la no violencia.
“Querido” es un hombre de firmes convicciones e ideales. Siempre mostró absoluto respeto por la libertad de pensamiento de sus dirigidos. Jamás se valió de su ascendiente sobre la juventud para inculcar ideas políticas ni religiosas. Un modelo que debería ser imitado por algunos docentes “diplomados” que gustan caminar por la cornisa de la ley que establece que la educación pública en nuestro país es laica, universal, y obligatoria.
Muchas generaciones de jóvenes recibimos éstas y muchas otras enseñanzas, junto al entrenamiento futbolístico. Fuimos aconsejados con sapiencia y medida por él. Muchos padres depositaron en la vocación docente de “Querido”, la confianza jamás defraudada por el maestro, que nunca traicionó sus principios.
Paralelamente a su actividad vocacional, “Querido” se desempeñó en la empresa del Cine Teatro Español, al comando de la sala de proyección. Esa actividad le permitió establecer un vínculo entre la cultura, el deporte y la juventud. Fue práctica común que las conversaciones entre el entrenador y sus dirigidos giraran en torno al cine y el fútbol, artes de indiscutible pertenencia a nuestras idiosincrasia y cultura.
Es posible que aún persistan opiniones diferentes con respecto a sus cualidades y metodología de entrenamiento, o sobre su evolución en materia de táctica y estrategia futbolística. Sobre todo desde la llegada de la televisión por cable, con tanta impostora y farsante charlatanería destinada al mercado de consumo, con efectos contagiosos.
“Querido” fue siempre claro y sencillo en sus conceptos, con la simple pretensión de que sus equipos jugaran bien al fútbol. Y en su relación con quienes le tocó dirigir, le bastaba semblantear a sus muchachos para advertir que arrastraban algún problema de índole familiar, escolar o simplemente de relación en su vida social, para detectar el factor de perturbación, y buscar la solución en contacto con los padres, los maestros o los profesionales.
Predicó con el ejemplo, a lo largo de una vida ciudadana intachable, con una conducta irreprochable. El alto prestigio obtenido por “Querido”, reconocido en cada lugar de la región en donde se ha desempeñado como persona, trabajador y entrenador de fútbol, se lo ha ganado con creces, y goza del respeto y la admiración demostrados por todos sus dirigidos y sus vecinos.
Hizo de la paciencia, la tolerancia, la perseverancia y la constancia, sus instrumentos para la educación deportiva, atlética y social de una porción importante de la juventud de General Pinto durante más de cuatro décadas, con entrega y sacrificio encomiables.
Una inmensa legión de hombres de bien, profesionales universitarios, deportistas, trabajadores y estudiantes que estuvieron bajo su tutela durante la niñez y la juventud, pueden dar fe de lo que decimos. Y una copiosa cosecha de triunfos obtenidos en la competencia, con incontables trofeos que pueblan las vitrinas, y otros que brillan por su ausencia por el desdén de la dirigencia, certifican los éxitos deportivos logrados por “Querido” y sus dirigidos.
Debemos señalar aquí también, que “Querido” trabajó como entrenador de infantiles y juveniles en otras entidades, además de Pintense, como C. A. D. U. R., el Club Social y Deportivo Villa Francia, y emprendimientos privados.
Alguna vez, aunque a “Querido” le cueste confesarlo, por pedido del desaparecido Edmundo J. J. Alori, estuvo a un paso de hacerlo en el Club Social y Deportivo “General Pinto”, el clásico rival de Pintense. No debemos pasar por alto el detalle de que las Escuelitas de Fútbol de ambos clubes locales llevan los nombres de “Oden Lago” y “Edmundo J. J. Alori”.
Ya en su madurez, repartió su tiempo entre los entrenamientos y su trabajo de Cuartelero en la Asociación de Bomberos Voluntarios, durante dieciséis años. Una institución filantrópica como no podía caber de otra manera en el historial de quien tuvo siempre vocación de servicio, compromiso ciudadano y el aprecio de casi todos.
Y decimos casi todos, porque no podemos descartar la subsistencia de algún resquemor derivado de las competencias y los resultados deportivos en tantos años de actividad. Aunque las desavenencias propias del folklore futbolero, en ningún aspecto y bajo ninguna circunstancia, pueden salpicar la figura de una personalidad sobresaliente y un vecino ejemplar.
SEMBLANZA DE UN PERSONAJE MAGISTRAL.
Muchos de nosotros no recordamos el momento en que conocimos a “Querido”. Puede haber ocurrido entre los tapiales del “Fortín”, en la “canchita”, en la cancha grande o en el cine de Pinto, tal vez. Nos queda la impresión de que siempre estuvo incorporado a nuestras vidas, y se pasea por la memoria como “Pancho por su casa”.
En el recuerdo individual, puede variar el escenario y las circunstancias por cuestiones temporales. Pero esencialmente el sentimiento común, transforma en representativo cada relato autorreferencial.
Las imágenes de la primera infancia aparecen difusas y no son del todo nítidas, en nuestras mentes, cincuentenarias, por ser generosos y autocompasivos. Pero la figura de “Querido” se distingue claramente, desde las categorías más pequeñitas del “Baby Fútbol”, los “Cebollitas”, cuando en medio de los partidos, todavía algún jugador al que le despertó el apetito decidía abandonar el terreno de juego para saciarlo, u otro se recostaba a dormir una siesta en medio de la cancha porque el sueño así lo imponía, sin que los reflectores o el público presente constituyeran impedimento alguno.
Era el tiempo en el que “El Maestro” proyectaba en el cine, en la función del domingo a las cinco y media de la tarde, películas en blanco y negro de “Los Tres Chiflados”, “El Gordo y El Flaco” o Carlitos Chaplín, y leíamos las revistas “Billiken” o “Anteojito”, “Capicúa”, “Cariseca” y “Patoruzito”.
Cuando todo es inocencia y el asombro nos encandila a cada paso. Las charlas con “Querido”, camino a la “canchita”, versaban sobre los nombres de los pájaros, las plantas, las flores y los animales. Pero el fútbol y las películas, siempre acaparaban la atención general.
En nuestro pequeño pueblo, eran épocas con pocos televisores, de altísimas antenas y casi nada de visión para ofrecer. Nadie sospechaba de la existencia de computadoras ni “Play Station”, y el “ciber” todavía no se había inventado. La radio, a válvulas y con gabinete de madera, traía las noticias del rotativo, generalmente fragmentadas por la descarga eléctrica, al igual que los partidos, las peleas de boxeo, y también, por supuesto, las radionovelas como “Santos Vega, el payador” o “Lo llamaban Bairoleto”.
Casi sin darnos cuenta, el tiempo fue pasando y las caminatas se fueron alargando hasta la cancha grande. “Querido”, como en una procesión religiosa, marchaba rodeado por el piberío. Y algo de litúrgico tenía esa ceremonia, como culto a la pelota de fútbol, cuando las cuadras parecían más largas y la cancha más lejos. Algunas veces recorría la distancia en soledad, con calor, frío, o lloviznando. “_Por si llega a ir algún pibe, ¿Viste?”, decía él, justificando el cumplimiento del ritual.
Al llegar le ayudábamos a llenar el tanque de agua de los vestuarios, con la bomba de mano. Pero de ésa no se podía tomar. Para eso, cuando el cansancio y la sed lo requerían, había que ir hasta la bomba de la esquina, del lado del portón, debajo del único árbol que había en la cancha, exceptuando el paraíso de la casa del canchero, “Pitazo” Pereyra. Llenarle el “garguero” con un tarro y bombear hasta que salga sin arena.
Las noticias del mundo, llegaban a través de los diarios matutinos, que paradójicamente se leían por la tarde-noche, y la sexta edición de los vespertinos que, en idéntico contrasentido, podían leerse en la mañana del día siguiente. Y las únicas imágenes audiovisuales del acontecer mundial, con un retraso quincenal, mensual o aún mayor, se podían ver en el Noticiero “Sucesos Argentinos”, que “Querido” proyectaba en el cine antes de las películas.
Allí podíamos ver algunas escenas de algún Boca-River, junto a fragmentos de partidos del Real de Madrid, o torear a Manuel Benítez, “El Cordobés”, en recíproca atención que los dictadores militares locales tenían para con su colega español de la época. Hasta los más ingenuos advertíamos que la velocidad de Di Stéfano o Gento resultaba sospechosa, y “Querido” nos sacaba de la duda explicando lo de la aceleración en la edición de las imágenes. Nadie pondría en tela de juicio la rapidez de “La Saeta Rubia”, pero de allí a que pareciera bajar el tiempo de Ireneo Leguizamo ganando con “Tierno” el Pellegrini del ‘62 resultaba francamente increíble para cualquiera.
Las anécdotas de la época se llevan por delante, queriendo salir a borbotones. Son relatos triviales, que el candor y la ternura del niño y el joven que fuimos, los han mantenido intactos en la memoria. Nos permitiremos contar alguno de ellos, que pintan de colores la nostalgia.
Alguna vez decidieron filmar en Súper 8, un entrenamiento de “Querido” con sus dirigidos. “Chiche”, el camarógrafo, dio las indicaciones para que todo saliera perfecto. Pero, como todos sabemos, el diablo suele meter la cola, en complicidad con la traviesa picardía adolescente. Mientras realizaban un ejercicio, en el que unos permanecían en el piso acostados boca abajo, mientras los últimos de la fila iban saltando sobre ellos, un fulanito, no tuvo mejor idea que elevar una pierna. La zancadilla fue tan efectiva que modificó el género de la película, pasando de “documental didáctico” a “comedia cómica”. La estrepitosa rodada del saltarín quedó registrada para la posteridad, provocando las mismas risotadas cada vez que la escena fue exhibida en público.
Camino a la cancha grande, fuimos testigos de aquella vez que el gordito, haciendo alarde de su pericia conductiva, quiso hacer derrapar la bicicleta, tomando la curva como Ives Montand en la película “Grand Prix”, imitando con la boca el ruido del motor del auto rojo, y terminó con la “Minirroda” nueva plegada en dos, en la cuneta llena de agua.
Muchos recuerdan a aquel arquerito corto de vista, que pedía por un milagro, como la moneda de plata que salvó la vida de Franco Nero en “Un dólar marcado”, para que no le hicieran el octavo gol. Porque después del séptimo, “Querido” lo miró con compasión, y desde el alma del guardameta con presbicia partió, casi en registro de soprano, el alegato defensivo irrefutable: _“¡No la veo “Querido”! ¡Qué quiere si no la veo!”, furioso contra la embustera y esquiva número cinco.
No desconocemos que se podrán encontrar en esta modesta semblanza, puntos de contacto con el libro de la monumental obra cinematográfica “Cinema Paradiso”, protagonizada por Jacques Perrín y Philipe Noiret, que no ambicionamos plagiar. Solo se trata de inevitables coincidencias.
En lo alto del Cine Teatro Español, se ubica la sala de proyección, que por aquellos tiempos se asemejaba a un santuario de paredes decoradas con afiches de memorables producciones del séptimo arte. Allí trabajaba “Querido”, cortando y pegando rollos de celuloide, para pasarlos de una lata a la otra. Algo así como el altar era un inmenso “cañón” metálico, el proyector, en el que “Querido” cargaba los rollos, y a través de sus lentes disparaba una constelación de estrellas, historias e ilusiones, capaces de provocar las más diversas emociones. La risa, el llanto, el grito de terror, y también la oportunidad de algún beso consentido o robado en la oscuridad de la sala.
No todos teníamos acceso al reducto, y pocos lo conocíamos al punto de no tropezar con los traicioneros escalones, para compartir la charla y el mate con “Querido”. Para volver a hablar otra vez sobre fútbol y películas.
Dos cosas lo ponían de muy mal humor. Una que se cortara la película y empezaran los silbidos, y otra que los vagos que iban “arriba” alzaran las manos hasta el chorro de luz emitido por el proyector e hicieran sombras chinescas sobre la pantalla.
La casa de “Querido”, tan modesta, austera y digna como sus habitantes, era como “La Meca” futbolística, hacia la que peregrinaba el piberío, con cualquier motivo que reforzara el vínculo. Que el día de práctica, que el horario del “Baby”, que las medias, que las zapatillas, que los botines, cualquier excusa era válida para pasar por su casa. A cualquier hora del día, menos, por supuesto, a la hora de la siesta, horario en el que podíamos ser despedidos con causa y sin mediar ninguna indemnización.
Toda su vida se sacrificó por el cuidado de su familia, y por ir mejorando la vivienda. Con mucho esfuerzo construyó los pisos, el baño adentro y la cocina. Porque todos sabemos de su lucha por la vida, difícil y cruda, que no fue generosa con él en ganancias materiales
Alguna vez hemos compartido su angustia por la salud de sus seres queridos. Y otras por el trabajo mal pago y el abuso patronal, la ingratitud y el olvido de alguna gente. Con dignidad y entereza afrontó todas las dificultades que la vida le ha presentado. Con el honor de las grandes personas.
Quizá haya sido una muestra más de la injusticia social padecida por la clase obrera en nuestro país, que también nos ha mostrado el cine, en memorables producciones nacionales como “La Patagonia Rebelde”, “La Hora de los Hornos” o “Quebracho”.
En esa casa conocimos, y tuvimos el privilegio de conversar y matear con Doña Ramona, una viejita encantadora, pero de fuerte carácter. Amante del fútbol, a fuerza de tener hijos futbolistas, y fanática número uno de su hijo “Querido”.
Entablamos relación con los perros de “Querido”, fieles cancerberos del hogar. El “Rolly”, de indiscutible genética familiar, un alfeñique con flequillo de gesto adusto y carácter malhumorado, al que se le caía un diente cada vez que Doña Ramona perdía una pieza dental. Y el “Coli”, un sabueso capaz de detectar el menor indicio de falta de respeto a “Querido”, para mostrar los dientes y gruñir con ímpetu de mastín corpulento, en la carrocería de un mestizo asalchichado. Ambos gustaban de acompañarlo a la “canchita”, como para que ninguno de nosotros se pasara de “vivo”.
“Querido” coleccionaba los números de la revista “El Gráfico”, también la “Goles” y el mensuario “Sport”, y otras ediciones de fascículos sobre fútbol, documentación que zanjaba cualquier discusión sobre hechos y protagonistas del deporte en general.
Comenzamos a competir en las categorías del “Baby Fútbol Comercial”, que así se denominaba porque los equipos llevaban el nombre de los negocios del pueblo, y no porque hubiera nada en venta. En la “canchita” de “Querido”, en la esquina de Gowland y Lavalle, donde se tomaba agua en la bomba de la esquina, a la que había que taparle la boca para que saliera el chorrito por el agujero de arriba.
Había ansiedad por conocer cual de los equipos nos tocaría integrar, con la sana ambición de que “Querido” nos diera la camiseta de alguno de los más renombrados: el “Brooklyn Kiosco”, “Foto Esquelino”, “Bicicletería El Águila”, “Guerricola”, “Confecciones Pinto”, “Joyería y Relojería La Suiza”, u otro con algunos de los “buenos” de compañeros.
“Querido” siempre impuso el respeto mutuo como norma de inexcusable acatamiento, y fue un celoso custodio de la disciplina y el vocabulario. A esa edad en la que todos nos ponemos rebeldes, y nuestro comportamiento bordea la impertinencia, le bastaba al “Maestro” una mirada para colocar las cosas en su lugar.
Está claro que esa mirada, ante el menor amago de insolencia, tenía la dureza perforante de los ojos de Lee Van Cleef en “Lo bueno, lo malo y lo feo”. Y para el caso de persistir el infractor en su intento por transgredir los límites, la segunda mirada de “Querido” recordaba a la de Yul Brinner en “Taras Bulba”, y uno podía sentir que su pescuezo corría peligro como el de Tony Curtis, en la película rodada en la provincia de Salta.
Porque no está de más aclarar, que quienes se destacan por su habilidad o condiciones físicas para el juego, no se hacían mayores problemas. Esos que amagan por un lado, quiebran la cintura y se van por el otro. Artistas del engaño y de la estafa, como Robert Redford y Paul Newman en la película “El Golpe”.
Pero un número importante de nosotros, diría mayoritario, integramos inevitablemente esa categoría que Eduardo Sacheri determina con precisión en sus cuentos, a los que el tono grave de la voz de Alejandro Apo en cada lectura, durante su programa “Todo con afecto”, le agrega innecesaria crueldad descriptiva: la de “los troncos”. “Los pataduras”.
En nuestro fútbol “chacarero” como le dicen ahora, aunque nos guste mas llamarlo amateur, cuando algunos de nosotros fuimos chicos, alguna vez, no había “Escuelitas de Fútbol”. Se jugaba al “Baby” hasta los doce o trece años, y luego se comenzaba a competir oficialmente, ya fichados por el club, en sexta y luego en quinta división. Algunos, no pasamos de la sexta, y llegamos a la quinta en condición de integrantes de la hinchada.
Reconocidos incapacitados para ejecutar cualquier propuesta futbolística coherente, teníamos la ventaja de hacerlo reír. Cuando creíamos haber hecho las cosas más o menos bien en algún partido o práctica, hacíamos la consabida pregunta: _“¿Y “Querido”, cómo anduve?”. Para ese entonces, ya sabíamos que él iba a repetir la misma broma: _“¡Un desastre! ¡Sos un fracaso!”, y luego soltaría su personal carcajada, sonora, contagiosa, y desprovista de cualquier atisbo de malignidad. Y cada vez, por repetida que fuera, reíamos juntos, casi tanto como viendo las películas de “Trinity”, con el gordo Bud Spencer y Terence Hill.
Sostener la aspiración de integrar algún equipo con pretensiones, a nosotros, los “amargos”, nos inducía a la acumulación de méritos extrafutbolísticos Por ejemplo, ayudando a secar los charcos de la “canchita” el día de lluvia, cavando un pozo en su pendiente menor, para desagotarlo con un tarrito y luego desparramar aserrín. Marcar las líneas de cal con la regadera, colocar las redes, pintar las pelotas de blanco o ayudar a estirar el alambre tejido desde las torniquetas. Aunque las tareas peligrosas como apagar la cal, cortar el pasto o cambiar los focos, eran exclusivas de “Querido”, que solo nos permitía colaborar sosteniendo la escalera.
En fin, dejar todo listo, para que las noches de los lunes, miércoles y viernes del verano, nos permitan transformarnos en ases del balompié y estrellas centrales del espectáculo más grande de la comarca durante esa noche, en la cual, como todos sabemos, en los pueblos no había otra cosa, ya que las funciones de cine eran martes, jueves, sábados y únicamente los domingos en turnos tarde y noche. Sólo las películas más taquilleras, como las de Luis Sandrini, eran exhibidas también los viernes.
“Querido” no es perfecto, lógicamente, y no pretendemos convertirlo en un héroe épico, como el “Espartaco” de Kirk Douglas y Lawrence Olivier. Tiene defectos. Es hincha fanático de Boca Juniors, por lo que siempre se la pasó hablando de “Pancho” Varallo, de Muñante, del “Leoncito” Pescia, de Rattín, de Rojitas, y ahora de Palermo y de Palacios.
Pero tuvo la virtud de tener en su hermano Roger, a un fanático del Rácing Club de Avellaneda. En los momentos en que su enfermedad adictiva lo liberaba, mientras nos cosía la pelota que habíamos sacado de premio al completar el álbum de figuritas, y a la que la pétrea voracidad del asfalto le había comido los hilos, nos hablaba del “Chueco” García, de Manfredini, del “Marqués” Sosa, de Pizzutti, de la “Bruja” Belén, del “Loco” Corbatta y de Federico Sachi.
Habíamos avanzado ya en la adolescencia, y leíamos las revistas “El Tony”, “D’artagnan” e “Intervalo”, y en el cine nos despertaba el interés por las siluetas de Sophía Loren, Brigitte Bardot, Laura Antonelli, Claudia Cardinali u Ornella Mutti, que entraron a formar parte de las conversaciones, en las caminatas hacia la cancha.
El despertar de la concupiscencia y la consecuente revolución hormonal, requerían de frenos moderadores. Por lo cual estaban vedadas las intervenciones de quienes hubieran logrado burlar la prohibición para menores de dieciocho, y espiar algunas escenas de la filmografía de Armando Bó e Isabel Sarli.
“Querido” tiene una memoria especial para recordarnos aquellos momentos en los que no nos hemos portado bien. Situaciones que, por supuesto, nosotros hemos olvidado. Ayer nomás, cuando nos cruzamos en la calle, hablaba de una vez que un muchachito sancionado por mala conducta, profería insultos montado en el tapial del Felipe, un vecino de la “canchita”.
El hombre mayor, con el pelo entrecano y padre de familia, al sentirse aludido, fijó la vista en el suelo, avergonzado como un mocoso, y estuvo a punto de ensayar una disculpa. Pero prefirió hacerse el distraído y cambiar de conversación. Porque el respeto por su persona permanece intacto, y todavía, aunque parezca increíble, hay señores de edad muy madura que no se atreven a encender un cigarrillo delante de “Querido”.
Entre los recuerdos también hay cicatrices de viejas heridas, que dejaron los que se fueron temprano a patear con los ángeles, como el “Lalo”, el “Cachi” y el “Pinocho”, cuando aquí nos quedaban tantos partidos por jugar.
En esa época de ensueño, la fantasía nos permitía imaginarnos convertidos en “el muchachito” de la película, o soñar mil veces con ese gol increíble que nunca logramos concretar, y el vínculo establecido con el fútbol y el cine, a través de “Querido”, alimentaba la utopía.
“Querido” siempre pregonó el juego limpio y leal, el acatamiento a las decisiones de los árbitros y el buen trato de la pelota. Pero todos sabemos que el fútbol es impredecible y no siempre las cosas salen como uno quisiera. En situaciones de aprieto, cuando los rivales acechaban el arco nuestro, lo hemos visto pedir la hora como hacemos todos, consultando a cada instante el segundero, como Gary Cooper en “A la hora señalada”.
O cuando alguno de sus pibes fue golpeado o maltratado, hemos creído ver en el rostro de “Querido” una expresión parecida a la de Jimmy Douglas en “Django”, cuando sacó la ametralladora del ataúd para hacer justicia por mano propia. Pero debe haber sido solo una impresión equivocada de nuestra parte. Seguro.
Damos por supuesto que formaba parte de las charlas con “Querido” el fútbol local, y los jugadores de la “primera”, en la época de oro del fútbol vernáculo. Él siempre elogió a sus compañeros de época. Al “Negro” Posse, como un gran centrocampista, y también a Antonio Secuela, como un “arquerazo”, pero pocos de nosotros los han visto jugar.
Sí vimos a otros grandes, como el “Botija” Liciaga, el “Pepe” Mobilli, el “Beto” Blas, el “Negro” Cardoso y el “Chiche” Carrizo, de Pintense. Y al “Ruso” Bentivegna, el “Negro” Loyola, a Diego Portugal y De Tito, de Deportivo. Hasta hoy llega la polémica sobre si era mejor arquero el “Sordo” Arias o el “Gordo” Ávalos. Había entonces una rivalidad bien marcada. El “Depor” tenía a Zanotti y al “Negro” Ricchieri, marcadores impiadosos con los tobillos de los delanteros de Pintense. Pero “El Blanco” contaba con “Hacha Brava” Puerari y Delfino González, que eran capaces de talar una avenida de eucaliptos a patada limpia.
También fuimos admiradores de grandes equipos campeones, como “Villa Francia” y “Defensores de Pazos Kanki”, en la década del sesenta.
De la mano de “Querido” pudimos conocer “La Bombonera” y “El Monumental”, los estadios de Boca Juniors y River Plate, y muchos chicos llegaron por primera vez a la ciudad de Buenos Aires, en esos viajes que hicimos con el Club Atlético Pintense. Conocimos personalmente, y hasta intercambiamos algunas palabras con algunos de ellos, a los grandes ídolos del fútbol como el “Pinino” Más, Daniel Onega, “Mané” Ponce, Peña, Silvio Marzolini, Antonio Roma, el “Tano” Novello, y el “Muñeco” Madurga, que años atrás había jugado en Villa Francia. Hay quienes conservan como un tesoro las fotografías tomadas junto a ellos.
Con el transcurrir de la adolescencia, llegó la época de la primera novia o los primeros “filitos”. En el cine, todavía nos sentábamos en las butacas de adelante, las de asiento de madera, pero ya al lado de alguna chica. Porque las de atrás, las “Pullman” o “numeradas”, eran más caras y las reservaban los mayores.
El interés por el cine fue variando, de las biografías de “Pelé” o Cassius Clay, que recién empezaba a hacerse llamar Mohamad Alí, nos comenzaron a emocionar “Love Story”, el drama amoroso, con Ryan O’Neal y Ali Mac Graw. O Agostina Belli y Renato Cestie, en el drama “La última nieve de primavera”.
Todo esto se reflejaba en las caminatas hacia las prácticas en la cancha grande, a la salida de la secundaria, porque las cargadas y los enojos estaban a la orden del día.
Era esa etapa de la rebeldía, que traía problemas en casa, o en la escuela, con la pérdida del interés por la práctica deportiva. Más de una vez “Querido” tuvo que intervenir, o mediar ante los padres, alguna novia, o algún maestro o profesor, para remediar situaciones de conflicto, en rol de componedor o padre sustituto.
Tiempos de ebullición pasional, que nos hacía explotar en la cancha o en la calle.
Sin embargo “Querido”, desde el proyector del cine, nos permitía, ya en butacas numeradas y acompañados, emocionarnos hasta el límite con Jon Voight, en “El Campeón”, para maldecir la hora en que volvió al boxeo y llorar con “amigo mío”. O vibrar con el “Corcel Negro”, para que ganara la carrera de caballos el “Jinete Enmascarado”.
Siempre fue muy cuidadoso de su aspecto personal, y a veces lo veíamos pasar para el cine bien temprano, con impecable afeitada al ras, y su característico bigote recortado con exacta precisión. Cuenta que lo trajo de Covunco, departamento de Zapala, allá en Neuquén, cuando hizo el Servicio Militar, porque dejarse crecer el bigote era cosa de milicos. Y el jopo peinado de manera impecable con fijador. Según dice se lo empezó a hacer por culpa de su trabajo en la fábrica de fideos, en donde trasladaba a la planta alta por las escaleras las canastas apoyadas sobre su cabeza, que era amenazada por la calvicie. Algunos sospechamos que tanto el bigote como el jopo, son de puro presumido.
Con el surgimiento de Diego Armando Maradona, el mejor jugador de fútbol del mundo de todos los tiempos, se acabaron todas las polémicas, disputas, y controversias, porque el acuerdo y la idolatría fueron unánimes.
Vino el Mundial 78, y Argentina campeón del mundo por primera vez. Volvimos a gritar los goles en el cine con la película de Sergio Renán, “La fiesta de todos”. Aunque tiempo después, también en el cine, muchos nos desayunamos de los horrendos crímenes cometidos por la última dictadura militar en nuestro país, con “La Historia Oficial”, y los trabajos de Héctor Alterio y Norma Aleandro, que merecieron el Oscar a la mejor película extranjera.
Años mas tarde, en la película “Héroes”, vimos todas las genialidades del Diego en el mundial de México, incluídas las dos obras magnas del más grande. De magia, una, y de arte la otra, contra los ingleses.
El video y la televisión se transformaron en una competencia desigual para los cines de los pueblos. Un día, como fue ocurriendo en toda la geografía del país, el cine dejó de funcionar como tal. La sala fue remodelada, pero “Querido” ya no volvió a proyectar películas.
Dicen que aún guarda como un tesoro el disco simple de 78 revoluciones con la marcha “Los Tres Arbolitos”, que con sus característicos acordes anunciaba por los altoparlantes el inicio de la función de cine. Cuentan que también atesora la partitura de la marcha de Pintense. Dos símbolos que resumen toda una vida, preservados del olvido.
Después la vida nos llevó a cada uno por diferentes caminos. Unos se fueron y otros se quedaron. Algunos triunfaron y otros fracasaron. Pero en el corazón de todos hay un lugar que permanecerá ocupado por siempre, porque le pertenece a “Querido”. Muchos tuvimos la satisfacción de ver a los hijos, corriendo detrás de una pelota, bajo la mirada del Maestro, y volvimos a ser chicos, y fuimos felices otra vez.
No podemos evitar la indignación que nos produce la irreverencia de algunos novatos e improvisados “descubridores de talentos” al cuestionar la cantidad de jugadores de fútbol surgidos de la mano de “Querido”, cuando promovió a la primera división de su club en forma permanente durante muchas décadas a un gran número de ellos, y formó técnicamente a futbolistas que se destacaron en distintos clubes de la región.
A pesar del avance del fútbol femenino, algunos de aquellos siguen sosteniendo que el fútbol es un “juego de hombres”. Pues bien, “Querido”, cumplió la superadora tarea de crear una escuela de hombres de bien. Fundamentalmente, con su prédica constante en defensa de valores morales y éticos permanentes, contribuyó a forjar el temple y el carácter de varias generaciones de jóvenes. Profesionales universitarios, médicos, ingenieros, farmacéuticos, abogados, contadores, trabajadores de distintos oficios, políticos, veterinarios, bioquímicos, y otros, que conforman una legión de discípulos, son prueba suficiente y contundente de la eficacia de su trabajo, y de su eficiencia como docente vocacional.
“Querido” no tuvo hijos propios, pero nos tiene a centenares de nosotros, que nos sentimos sus orgullosos pichones
Seguimos yendo por la casa de “Querido”. Algunas veces buscando en el inmenso vacío que le dejó la partida de Doña Ramona, compartir la soledad y el eterno dolor por la ausencia de nuestra propia madre. Otras, porque cerca de “Querido”, somos menos huérfanos de nuestro padre que ya no está.
Alguien dijo haber andado por el barrio, y evitado pasar a saludarlo. Son códigos del hincha de fútbol que ayudan a conservar la amistad. Lo que pasa es que Boca le volvió a ganar a Racing, como pasa generalmente, pero el referee no cobró un penal “grande como una casa” de Roncaglia. Heridas superficiales, que se curan con el transcurrir de los días.
Todavía los muchachos ruegan, en invierno cuando empieza el campeonato de la liga, que no haga demasiado frío, para ir a buscarlo en el auto y llevarlo a ver a Pintense. Es una gran satisfacción para todos nosotros verlo en la cancha y todavía pegar algún grito, porque nos sentimos mucho más fuertes como equipo cuando él esta presente.
Por cuanto aquí hemos podido expresar, proponemos a los señores miembros del Honorable Concejo Deliberante del Partido de General Pinto, que el ciudadano Oden Arnaldo “Querido” Lago sea declarado Ciudadano Ilustre.
Sabemos que la humildad de “Querido” no necesita más premios que el sentimiento genuino que sus discípulos tenemos por él. Ha recibido muchos homenajes. Cada vez que está presente o se menciona su nombre en una reunión deportiva pública, el sentimiento y la expresión de reconocimiento brotan en forma espontánea.
Nuestra Carta Magna, en su artículo 16 º, invalida definitivamente los títulos nobiliarios en nuestro país. Pero reconocer la nobleza de espíritu, de un hombre íntegro y cabal, constituye un acto de justicia. Distinguir la tarea de un hombre común que supo darle a su vida un sentido altruista para servir a los demás, dirigido a la infancia y la juventud, es una oportunidad de reivindicar valores perdidos. La calidad de ilustre, es un título de dignidad, que su trayectoria ciudadana y deportiva merece. Es un tributo a la fidelidad y lealtad a su terruño de quien nació, vivió, vive y vivirá en su pueblo hasta que las fuerzas de la naturaleza dispongan lo contrario.
Podrán ustedes comprender, que cuanto aquí hemos afirmado tiene un alto componente de admiración y afecto por la persona propuesta, lo cual no invalida en lo más mínimo nuestra valoración sobre sus méritos para ser nominado.
Está claro, que si consultamos a “Querido” sobre lo que de él hemos dicho, volverá a repetir aquella vieja broma: “_ ¡Es un desastre! ¡Ustedes son un fracaso!”, y volverá a brotar la carcajada, estruendosa como un campanario, diáfana y transparente, que nos volverá a contagiar.
No queremos desprendernos en el final, de ese lazo vinculante que nos une a “Querido”, el fútbol y el cine. La sola posibilidad de que esta petición tenga lugar, nos emociona y nos transporta a una de las etapas más felices de nuestras vidas. Porque creemos que esta vez, acompañados por nuestros hijos, aquella lágrima delatora que deschavó nuestra flojera en una butaca de cine, volverá a rodar por la piel, no tan lozana como entonces, de nuestra mejillas. El protagonista era Sydney Poitier, y la película, “¡Al maestro con cariño!”.
Carlos Oscar Aréchaga
DNI 13230380
(Y centenares de discípulos del Maestro
Oden Arnaldo “Querido” Lago que
compartimos el mismo sentimiento).
Sobre una idea de Marcelo Viale.
1 comentario:
cabezon ke lindo ke escribis estoy en mi notbuk a mira como lo digo hicistes una pelicula de mi vida en pinto cuando tomabamos agua en pintense en la canha grande o eperabamos en el baby de pinto para q cuadro jugaba yo una sola ves jugue en el zorro y sabes quien era yo suplente del pipo lauria yo no podia jugar ni con tierrabueno contastes muchas cosas q no se borran
como dise martin fiero lo q pinta este pincel no lo de borrar niel tiempo bueno cabezon mi mail es charly_5919@hotmail.com
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