por Carlos Arechaga(*)
Copani: popular, seductor y militante convencido
La gente ocupó hasta el último rincón de la sede del CLUB ATLETICO PINTENSE, “Tu Karma Bar”, el último jueves de octubre por la noche, en el cierre del ciclo cultural Café Cultura Nación, y la agradable intemperie alojó en la vereda a un grupo numeroso de indecisos, que siguieron las alternativas de la velada a través de los cristales.A la exitosa y repetida convocatoria de esta propuesta con modalidad de charla-debate, de la que participaron referentes diversos del amplio espectro de la cultura nacional y popular, esta vez es posible que debamos considerar el agregado de la proporción que cada cual considere corresponde al cholulismo. Ignacio Copani, ese muchacho con cara de gringo bueno, compositor de tantos “hits”, difundidos hasta el hartazgo, cargados con la chispa creativa del tipo que tiene calle, mundo e inspiración, y salpicadas de ironía y sarcasmo, pero no exentas de respeto e indulgencia por nuestra natural condición de argentinos, se acomodó en su banqueta, tomó la guitarra y comenzó un intercambio afectivo con la concurrencia, que en casos pareció amor furtivo y en otros manifiesta devoción.En ese trayecto inicial, Copani presentó su mundo e historia personal, con la humildad canchera y seductora que todavía viste de jeans, aunque el tiempo pase y nos vayamos poniendo viejos, intercalando trozos de creaciones propias y ajenas en señal de preferencia. Hispanas coplas que cantaba su madre, tangos memorables como “Flor de lino”. Serrat, Antonio Machado y aquello de “Todo pasa y todo queda…”. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y la necesidad de la canción con contenido y compromiso, al punto de sentir como ofensa un homenaje al ritmo de “Pancho y la Sonora Colorada” y su “pechito con pechito y cachete con cachete”. Y casi “sin querer queriendo”, con permiso de Gómez Bolaños, se introdujo en el ideario militante asumido y confeso, que hoy por hoy, lo encuentra ubicado cerca del oficialismo, históricamente dentro del peronismo, y decididamente bajo el influjo de la figura de Evita, manifiesta en la composición del tema proyectado con imágenes documentales, sobre la vida y obra de la “Abanderada de los humildes” y con desprecio por el aprovechamiento comercial de su figura en versiones musicales extranjeras.No eludió pregunta alguna, y fue elocuente defensor de su compromiso militante, que le costó el exilio, persecuciones, amenazas y censura, y aún hoy, por la misma intolerancia e incomprensión, le sigue costando impensadas enemistades, derivadas de retenciones, pastoriles desvaríos y coquetas “Cacerolas de Teflón”, canción cuya composición le exigió métricos esfuerzos y complejas rimas, que no cotizan en el mercado de Chicago.Con modestia manifiesta y sincera, tan natural que resultó absolutamente creíble, Ignacio Copani, como un encantador de serpientes (y en algunos casos domador de fieras), desplegó el arte seductor polivalente de quien se muestra verdadero. Puro barrio y pura cancha, con creatividad impregnada de industria nacional. Nadie dejó de aplaudir en una despedida, que pareció dirigida a un amigo, cuando al regreso lo vestimos de promesa
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